ALBERTO BUITRE – Conocí Brasil en el 2007. No es que haya estado en Brasil, no lo diría tan indiferentemente. Sino que supe de Brasil en 2007 porque –se crea o no debido a mi evidente abdomen gozador-, era yo practicante de Capoeira. Portaba mis cordas y vestía mi uniforme verdeamarelha, en tanto tocaba mi atabaque, tocaba mi berimbau, feliz, cantando ‘O toque é de Angola, Sao Bento pequeno…’ , para luego pasar la roda y dar mis mejores movimientos. Sí, sí , ¿que en qué momento pasé al descrédito? Bueno, supongo que me pasó lo que muchos capoeiristas en un país como México. Me absorbió la amarga contradicción entre capital y trabajo. Y que me perdone Sartré. Sé que no tengo excusas para no haberme librado de los aparatos de la burguesía, pero al tiempo que subía de peso y perdía agilidad, tuve más miedo de pellizcarme el nervio ciático que de las patadas de mi mestre Coelho (Ruego con todas mis rodillas al suelo que no se le asocie con Paulo Coehlo, lo pido, lo suplico).
Llevaba para entonces casi cinco años en el periodismo. Mis voraces hábitos de lectura venidos desde la prepa me obligaban a querer saber más de Brasil. Aprender sus geografías, sus culturas, sus lenguajes, más allá de mi roda. Me compré mi diccionario de portugués y coleccioné tanto pude de autores, músicos, artistas, historia política, movimientos sociales y contraculturales, su africanidad, y hasta de un tal Lula da Silva. Y nada me decepcionó. Ni aún Lula.. o sí… independientemente de considerarlo un traidor de la clase obrera, carajo, es que se parece tanto a mi abuelo…
Bueno, no es eso el caso.
Lo es el Mundial de Brasil. Y no sabes qué frustración me causa mirar tanto tiempo de transmisión desperdiciado por los reporteros deportivos, hablando de los boggies, de los carnavales, o siguiendo la pista de la chica de Ipanema tras las nalgas de cualquiera en Copacabana… Tan cliché, tan insulsos, tan limitados. Y ni hablar de sus notas sobre la Capoeira: “Guau, increíble, qué ritmo, ¿puedo hacerlo? Qué cuerpos…”, sin ocurrírseles preguntar la forma en la cual ésta danza marcial ha canalizado la violencia contenida de miles de niños pobres amenazados por el narcotráfico en los barrios pobres de Brasil, las favelas. Qué significado tiene para una sociedad un ritmo afrodescendiente, antes esclavizada por los colonialistas, hoy esclavizada por los monopolios estadounidenses y que sigue en una lucha encarnizada contra el racismo.
Pero relajemos el discurso. Que no se me diga azotado.
Me gustaría ver a algún reportero o reportera logrando una crónica de la hermosa línea colonial de Salvador Bahía. Ir tras la pista de un futuro crack del fútbol que aún es un niño que trabaja como cargador en los mercados de Santos. Recorrer Sao Paulo acompañado de Gilberto Gil para conocer del movimiento tropicalista. Comer donde come la gente común, los obreros y las maestras, y entender qué hace brasileño a un brasileño ahí, donde están los brasileños. No en las azoteas de los hoteles de transmisión. Ahí para qué. Bajen al país y caminen sus calles. Pregunten por quién fue Oscar Niemeyer y por qué no sólo hizo edificios ¿Quién fue Chico Mendes? ¿Dónde está Lula, qué opina de las manifestaciones contra el Mundial y si considera que fracasó su modelo de país? ¿Qué dice Romario? ¿Es cierto que hay comunidades en el Amazonas que nunca han tenido contacto con la civilización (lo que sea que civilización signifique)? ¿Que los guaranís brasileños también juegan futbol? La historia de la árbitra Fernanda Colombo y el machismo dentro del balompie nacional. Tomarse unas cachazas y pasear por las favelas de Río platicando con Nina Silva, la niña que a los seis años comenzó a escribir poesía en la favela de Jardin Catarihna porque así podía “cambiar su realidad”
Tantos periodistas en el mundial de Brasil y tan poco periodismo. Tanto tiempo pagado en televisión para sólo mostrar fútbol. Eso. Hay quienes no pueden ver fútbol más allá del fútbol. O peor aún, hay quienes no pueden ver fútbol dentro del fútbol. Si supieran que se puede decir tanto con un balón rodando…
Ya ni hablar de las protestas contra la Copa. ¿O es que hay algo que no nos quieren decir?
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